Los de letras son tontos y los de ciencias son listos

Da igual la edad que tengas cuando leas esto. Da igual si eres de ciencias, de letras o de ninguna, aunque, lo más probable, si sigues En plan culto, es que seas de letras. Pero es que da igual si ni siquiera tienes la ESO. Da igual, porque, y atención aquí: esta afirmación te va a perseguir de por vida y de mil formas diferentes. Y yo vengo aquí a quejarme de esto. Me explico.

La primera vez que me topé de forma consciente con el famoso dilema Ciencias vs. Letras fue, efectivamente, en tercero de la ESO, cuando tuve que elegir entre estas dos ramas para especializarme al año siguiente. Me decanté por Ciencias porque, vaya, «te abre más puertas», que en mi caso resultaron en un extremo aburrimiento que me llevó a recular en bachillerato y tirar para Humanidades, ahora sí, sin arrepentimientos. Pero esto es mentira. No fue por las puertas de las que todo el mundo me hablaba, sino por miedo a que me vieran como una tonta. Sí, me hablaban sobre las malditas puertas y todas las oportunidades que me brindarían, pero también me decían que «sería una pena desaprovechar ese cerebro en Letras». Y, sorpresa, le he sacado bastante provecho… solamente en otros ámbitos.

Y llegué a bachillerato. Adoraba el latín, el griego y la literatura, pero, claro «¿y eso para qué sirve?». Es inútil, ¿no? «Son lenguas muertas». Y me dicen que yo soy lista, así que estoy desaprovechando mi preciado intelecto cuando podría invertirlo en calcular masas, espacios y esas cosas, no sé, científicas. Al menos me sirvió para enseñar a mis amigas de ciencias a escribir las letras griegas y no esos garabatos que me hacían… Recuerdo una vez en la que una de ellas se enfadó conmigo porque no le respondí a un mensaje. Le dije que había estado ocupada. «¿Ocupada con qué?» Pues estudiando, claro, estamos en bachillerato, no es como que hagamos otra cosa. «Pero si eres de letras… tus exámenes no son tan importantes como los míos, ¿no?». No sé, tú me dirás. No es a mí a la que le bajan tres puntos en Lengua por las faltas de ortografía.

Después había que elegir una carrera y yo pensaba que la cuestión Ciencias vs Letras había acabado. Pues no, y en toda la frente: ¿cómo no iba a estudiar en la universidad, con lo lista que todo el mundo decía que era? Pues vaya, si hubiera hecho una FP en lugar de un grado y dos años de máster (porque cómo no voy a hacer un máster), igual ya llevaría cotizados cuatro años, pero no, eso es de tontos, obvio, y aquí seguimos, aprovechando mi inteligencia en unos estudios que quién sabe si algún día me darán de comer, porque eso es lo que hace la gente lista. Y no sabía muy bien qué elegir, así que di un par de tumbos y caí en Traducción e Interpretación. Mi familia parecía conforme con mi decisión y hablaban bien sobre estos estudios. ¿Porque es un ámbito bonito y estoy contenta? Ja. Porque «mi hija está estudiando “la medicina de las Letras”». ¡Claro! Porque la nota de corte estaba en un 12. Porque, dentro de las letras, era lo menos de tontos. Vamos, que al menos no es Magisterio. Por lo menos tuve la suerte de saber alemán y no elegir francés. Aunque, claro, eso daba bastante igual, porque me fui por el itinerario de traducción y no el de interpretación y, por lo tanto, no tenía desbloqueada la habilidad de mirar a la gente de la categoría de los tontos por encima del hombro en los pasillos. Ya ha quedado suficientemente explicado, ¿verdad?

Pues lo que quiero decir es que esto te va a perseguir de por vida, hagas lo que hagas. Existe una idea preconcebida sobre qué éxito le corresponde a según qué tipo de persona. Y no vengo a hablar sobre la presión que sienten los «niños prodigio» para cumplir con las expectativas irreales que se les atribuyen desde que sacan su primer pequeño sobresaliente, ni sobre por qué la mayoría de ellos no solo no las cumplen sino que acaban hartos del mundo académico. Tampoco sobre los diferentes tipos de inteligencia a los que una persona, cualquier persona, puede sacar provecho. Vengo a hablar, por ejemplo, sobre mi antiguo trabajo, un puesto indefinido en una multinacional que odiaba con toda mi alma, y sobre cómo iba a trabajar todos los días temblando, pensando en que sería mucho más feliz como dependienta en una tienda de ropa con un puesto temporal, pero no podía hacer eso porque ese trabajo es de gente tonta. También sobre cómo de mal me sentí al dividir mi máster en dos años porque, aunque estaba trabajando a jornada completa, en el fondo me dolió darme cuenta de que no era capaz de hacerlo todo a la vez, como se esperaba de mí. Sobre los «estudia si no quieres acabar de camarera, o barrendera, o cajera en el Mercadona». Pero ¿y si quiero? Estudiar no es ni bueno ni maloes una opción que está ahí para quien quiera y pueda permitirse elegirla. Y que no te engañen, no es la opción que más fácil te lo va a poner en la vida. Es bonito, sí… si te gusta y se te da bien. Y si no, haz otra cosa. Te van a juzgar hagas lo que hagas, siempre, en cualquier aspecto de tu vida; créeme, sé de lo que hablo, soy de pueblo.

En fin, ¿qué conclusión quiero que saques si estás leyendo esto? Pues que hagas lo que quieras y, sobre todo, que te guste lo que hagas o que puedas sacarle provecho, sea lo que sea. Que, si me vas a comentar este artículo para decirme que no tengo razón, me encantará leerte, pero al menos escribe bien, porque, si no, vas a dar pie a bastantes bromas. Y, bueno, que los de letras no somos tontos. No todos. Al menos no somos de artes.

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